lunes, 19 de mayo de 2008

ESCANDALO EN LA CAZA DE BALLENAS

Hace apenas 6 meses escribía en este blog, la imprudencia de la flota japonesa, que enmascarándolo como “misión científica” partía a la caza de 50 ballenas jorobadas (protegidas). Bien, pues a día de hoy las cosas siguen igual de mal. En una investigación que ha durado cuatro meses, Greenpeace ha obtenido pruebas de un amplio fraude en el que estaban implicados tripulantes del Nisshin Maru, que se llevan las mejores piezas de carne de ballena procedente del llamado programa de “caza científica” de ballenas, sacándolas del barco camufladas entre su equipaje personal, para posteriormente comerciar ilegalmente con ella.

“La información que hemos recopilado indica que la escala del escándalo es tan grande, que sería imposible que la compañía que gestiona esta flota, Kyodo Senpaku, y el ICR no supieran nada”, ha afirmado Junichi Sato, coordinador de la campaña de ballenas de Greenpeace Japón.

El actual programa de caza científica de ballenas apoyado por el Gobierno japonés en el Santuario Ballenero Antártico ha estado rodeado de controversia desde su comienzo y ha venido afectando negativamente a la imagen internacional de Japón. Este escándalo plantea la cuestión de quién se beneficia de un programa que no tienen utilidad científica y no es sostenible tampoco desde el punto de vista comercial.


Éste proyecto se financia con el dinero de los contribuyentes japoneses, y es urgente una investigación en profundidad para evaluar el nivel de corrupción en el programa de caza de ballenas, así como poner fin a las ayudas públicas a este programa y que la licencia con la que cuenta la compañía que la lleva a cabo sea retirada.

Lo dicho, es una pena que el dinero público sea destinado a esta práctica macabra y no sea empleado en fines más beneficiosos para la conservación de los mares.

miércoles, 7 de mayo de 2008

LOS COBARDES.

Hombres veo que de hombres
solo tienen, solo gastan
el parecer y el cigarro
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol, a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.

Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para nuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes ni nada.
Huís y huís, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.



Miguel Hernandez