Hace apenas 6 meses escribía en este blog, la imprudencia de la flota japonesa, que enmascarándolo como “misión científica” partía a la caza de 50 ballenas jorobadas (protegidas). Bien, pues a día de hoy las cosas siguen igual de mal. En una investigación que ha durado cuatro meses, Greenpeace ha obtenido pruebas de un amplio fraude en el que estaban implicados tripulantes del Nisshin Maru, que se llevan las mejores piezas de carne de ballena procedente del llamado programa de “caza científica” de ballenas, sacándolas del barco camufladas entre su equipaje personal, para posteriormente comerciar ilegalmente con ella.
“La información que hemos recopilado indica que la escala del escándalo es tan grande, que sería imposible que la compañía que gestiona esta flota, Kyodo Senpaku, y el ICR no supieran nada”, ha afirmado Junichi Sato, coordinador de la campaña de ballenas de Greenpeace Japón.
El actual programa de caza científica de ballenas apoyado por el Gobierno japonés en el Santuario Ballenero Antártico ha estado rodeado de controversia desde su comienzo y ha venido afectando negativamente a la imagen internacional de Japón. Este escándalo plantea la cuestión de quién se beneficia de un programa que no tienen utilidad científica y no es sostenible tampoco desde el punto de vista comercial. Éste proyecto se financia con el dinero de los contribuyentes japoneses, y es urgente una investigación en profundidad para evaluar el nivel de corrupción en el programa de caza de ballenas, así como poner fin a las ayudas públicas a este programa y que la licencia con la que cuenta la compañía que la lleva a cabo sea retirada.
Lo dicho, es una pena que el dinero público sea destinado a esta práctica macabra y no sea empleado en fines más beneficiosos para la conservación de los mares.
Hombres veo que de hombres solo tienen, solo gastan el parecer y el cigarro el pantalón y la barba.
En el corazón son liebres, gallinas en las entrañas, galgos de rápido vientre, que en épocas de paz ladran y en épocas de cañones desaparecen del mapa.
Estos hombres, estas liebres, comisarios de la alarma, cuando escuchan a cien leguas el estruendo de las balas, con singular heroísmo a la carrera se lanzan, se les alborota el ano, el pelo se les espanta. Valientemente se esconden, gallardamente se escapan del campo de los peligros estas fugitivas cacas, que me duelen hace tiempo en los cojones del alma. ¿Dónde iréis que no vayáis a la muerte liebres pálidas, podencos de poca fe y de demasiadas patas? ¿No os avergüenza mirar en tanto lugar de España a tanta mujer serena bajo tantas amenazas? Un tiro por cada diente vuestra existencia reclama, cobardes de piel cobarde y de corazón de caña. Tembláis como poseídos de todo un siglo de escarcha y vais del sol, a la sombra llenos de desconfianza. Halláis los sótanos poco defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo batallones de murallas, barreras de plomo a orillas de precipicios y zanjas para nuestra pobre vida, mezquina de sangre y ansias. No os basta estar defendidos por lluvias de sangre hidalga, que no cesa de caer, generosamente cálida, un día tras otro día a la gleba castellana. No sentís el llamamiento de las vidas derramadas. Para salvar vuestra piel las madrigueras no os bastan, no os bastan los agujeros, ni los retretes ni nada. Huís y huís, dando al pueblo, mientras bebéis la distancia, motivos para mataros por las corridas espaldas.
Solos se quedan los hombres al calor de las batallas, y vosotros lejos de ellas, queréis ocultar la infamia, pero el color de cobardes no se os irá de la cara.
Ocupad los tristes puestos de la triste telaraña. Sustituid a la escoba, y barred con vuestras nalgas la mierda que vais dejando donde colocáis la planta.